
En algunas
situaciones, las mujeres disfrutan de ciertas ventajas en la investigación de
campo (Easterday y otros, 1977; Warren y Rasmussen, 1977). Es obvio que en
escenarios de dominación femenina, las mujeres tienen mejores probabilidades de
ser aceptadas como miembros del grupo de los hombres. Warren y Rasmussen (1977)
también señalan que los investigadores de ambos sexos por igual pueden servirse
del atractivo sexual para obtener información. Sin embargo, las investigadoras
con frecuencia enfrentan problemas en el campo, que no afectan por lo general a
los hombres.
En el estudio sobre la familia en el cual participó uno de los
autores de este libro, en ocasiones las investigadoras fueron objeto de avances
sexuales de los esposos y en consecuencia de los celos de las mujeres.
Easterday y otros (1977) dicen que el ser cortejadas es un problema común entre
las investigadoras jóvenes en los escenarios dominados por varones.
Relatan el
siguiente intercambio durante una entrevista:
Yo estaba
en medio de un interrogatorio laborioso a un empleado sobre su trabajo
en la
morgue, y me contestó diciendo: "¿Usted es casada? "Observadora. No.
¿Cuánto hace que trabaja aquí? Empleado. Tres años. ¿Tiene un amigo
estable?
Observadora.
No. ¿Encuentra
difícil su trabajo? Empleado.
No. ¿Tiene citas? Observadora. Sí.
¿Por qué este trabajo no es difícil para usted? Empleado. Uno se
acostumbra. ¿Qué hace en su tiempo libre? Y así continuo nuestra entrevista
durante una hora, con cada uno de nosotros persiguiendo distintos propósitos.
Dudo de que ninguno de los dos consiguiera "datos utilizables"
(Easterday y otros, 1977, pág. 339).
Como dicen
Easterday y otros, en estas situaciones todo encuentro puede convertirse en un equilibrio
entre cordialidad y distancia. Los informantes hostiles pueden ser tan
perturbadores como los excesivamente atentos. Enmuchos escenarios –casi con
seguridad en las organizaciones grandes–, los observadores tropiezan
con personas a las que parece molestar su misma presencia. Van Maanen (1982, págs.
111-112) ofrece la cita siguiente como ejemplo de rechazo inequívoco en su
estudio sobre la policía: "¿Sociólogo? Basura. Se supone que ustedes
tienen que saber lo que está pasando afuera.
Cristo, vienen aquí a hacer
preguntas como si nosotros fuéramos el jodido problema. ¿Por qué no van a
estudiar a los malditos negros y descubrenlo que anda mal en ellos? Ellos son
el jodido problema, no nosotros. Todavía no he encontrado un sociólogo que
valga lo que un grano en el trasero de un policía de calle". Johnson
(1975) llama "boicoteador" a un informante no dispuesto a cooperar en
la investigación.
En su
estudio sobre un organismo de servicio social, se encontró con 2 boicoteadores
entre 13 asistentes sociales. Lo que finalmente descubrió fue que ambos
boicoteadores aumentaban artificialmente el número de casos que atendían, es
decir que llevaban fichas sobre personas que no recibían ningún servicio.
Aunque
algunas personas puede que nunca acepten al investigador, no hay que suponer
que todos los informantes hostiles seguirán siendo hostiles para siempre.
Frecuentemente las personas se suavizan con el tiempo. En el estudio
institucional, un empleado, Sam, evitó al observador durante seis meses. Aunque
otros empleados parecían aceptarlo, Sam permanecía muy a la defensiva en su
presencia.
El observador visitó la sala una tarde en la que sólo trabajaban Sam
y un compañero. Sam, a cargo del servicio, estaba sentado en la oficina del personal.
El observador pasó por la oficina y le preguntó si tenía algún inconveniente en
que diera una vuelta por la sala.
De pronto,
Sam inició un largo monólogo sobre por qué era necesario mantener una
disciplina estricta. Explicó las razones por las que pensaba que los
empleadostenían que gritar y pegar a los residentes.
Parecía que hasta ese
momento Sam no había confiado en el observador. Temía que el observador fuera
algún tipo de espía. Después de esa visita, Sam, aunque nunca fue demasiado
amistoso, fue cordial con el observador y parecía sentirse cómodo con él. A los
informantes hostiles hay que darles la oportunidad de cambiar de idea.
Continúe
siendo amistoso con ellos sin empujarlos a la interacción. Incluso aunque no
pueda lograr que lo acepten, tal vez consiga evitar que se conviertan en sus
enemigos y vuelvan a otros en contra de usted. Los observadores pueden encontrarse desgarrados
por conflictos y luchas por el poder en la organización (Roy, 1965). Los bandos
en lucha pueden disputárselo como aliado. Quizás se espere su
apoyo a uno de ellos como quid pro quo o compensación a cambio de la
información que se le brinde. Johnson (1975) encontró que, a cambio de
información, trataba de manipularlo un supervisor que quería iniciarle un
sumario a un asistente social.
Probablemente el mejor modo de conducirse en un
conflicto consista en escuchar con simpatía a ambas partes. El ardid está en
hacer que los dos lados crean que el investigador secretamente concuerda con
ellos, sin tomar realmente ninguna posición ni suministrar armas a nadie. Con frecuencia
los observadores caminan por una cuerda floja y deben ser sensibles al peligro
de la
pérdida del
equilibrio.
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