Aunque los
observadores participantes entran en el campo con interrogantes amplios en
mente, antes de seguir líneas específicas de indagación permiten que los temas
emerjan en el escenario.Inicialmente, los
investigadores de campo formulan preguntas como para permitir que la gente hable
sobre lo que tiene en mente y lo que la preocupa sin forzarla a responder a los
intereses, preocupaciones o preconceptos de los observadores. Al comienzo
de un estudio, los observadores formulan preguntas no directivas y que no
involucran juicios de valor. Utilice las expresiones con las que comúnmente
inicia una conversación:
"¿Cómo anda todo?", "¿Le gusta
esto?", "¿Puede hablarme un poco sobre este lugar?" Este tipo de
preguntas permiten que la gente responda a su manera y con su propia
perspectiva. Otro modo e adecuado de lograr que las personas hablen
inicialmente consiste en aguardar que suceda algo, y después preguntar acerca
de ello. Ya hemos dicho que se espera que los recién llegados sean ingenuos y
hagan preguntas sobre cosas que no han visto antes. Saber qué es lo que no debe preguntarse
puede ser tan importante como saber qué preguntar. Sanders (1980) señala
que cuando uno está estudiando a personas comprometidas en actividades cuestionables
desde el punto de vista legal, las preguntas inadecuadas pueden ser razonablemente
interpretadas como signo de que el investigador es un delator. Van Maanen (1982)
afirma que cualquier forma de interrogatorio sostenido implica evaluación.
En
el estudio institucional, el observador sólo formuló preguntas directas sobre
el maltrato a un empleado (y esto después de unas cuantas cervezas), aunque ése
era uno de los focos principales de la investigación. El tema era demasiado
delicado y explosivo como para explorarlo de manera directa. Sabemos de un
grupo de observadores que, en una visita a un hospital psiquiátrico, hizo preguntas
a un supervisor sobre las habitaciones de aislamiento: "¿Se les permite ir
al baño?", "¿Les alcanzan comida cuando están allí?" Al
supervisor lo encolerizaron las preguntas y espetó: "¿Qué creen que somos
aquí? ¿Sádicos?"
También es
importante saber cómo formular las preguntas. De los enunciados debe
trascender una simpatía que dé apoyo a las definiciones de sí mismos de los
informantes. Durante su primera visita a una empresa de servicios fúnebres, un
investigador se refirió al "negocio de los funerales". El director se
sintió sorprendido. Esa expresión aparentemente inocua entraba en contradicción
con su idea de que el trabajo que realizaba era una profesión y no meramente un
negocio.
En el
estudio institucional, se vio que no era poco común que el personal de atención
pusiera camisas de fuerza o atara a los internados. El observador fue siempre
cuidadoso en cuanto a no formular preguntas que intimidaran al personal o
pusieran en cuestión su modo de ver: "¿Siempre le causa problemas?",
"¿Cuánto tiempo lo dejará así?" No hay duda de que las preguntas que requirieran
la justificación de los actos ("¿Con qué frecuencia los dejan
salir?", "¿Cuál es la política
de la institución sobre las restricciones?") hubieran tenido un
efecto inhibidor.
En cuanto los informantes comienzan a hablar podemos
alentarlos a que digan más cosas sobre los temas en los que estamos
interesados. Palabras, indicios y gestos que indiquen nuestro interés son
por lo general suficientes para mantener a un interlocutor en la senda:
"Eso es interesante", "¿Eso está bien?", "Yo siempre
pregunté sobre ese tema". Pequeños signos de simpatía demuestran apoyo y
alientan a las personas a continuar: "Comprendo lo que quiere decir",
Eso es fastidioso".
Es necesario
pedir aclaraciones sobre los comentarios de los informantes. No dé por
supuesto que está entendiendo lo que la gente quiere decir. Emplee frases
como "¿Qué entiende usted por eso?", "No lo estoy siguiendo
exactamente" y "Explíquemelo de nuevo". Puede también repetir lo
que, los informantes han dicho, y pedirles que confirmen que los ha
comprendido. A medida que los observadores adquieren conocimientos y
comprensión de un escenario, las preguntas pasan a ser más directivas y
centradas en un foco (Denzin, 1978; Spradiey, 1980).
Una vez que han
emergido los temas y perspectivas, los investigadores comienzan a redondear sus conocimientos del escenario y al controlar la
información recogida previamente. En la observación participante, el análisis
de los datos es una actividad en proceso continuo. Los observadores van y
vienen entre los datos ya recogidos y el campo. De lo que ya han aprendido depende
lo que traten de observar y el contenido de las preguntas en el campo. Es una
buena idea llevar un registro de temas por explorar y preguntas por hacer (como
lo describiremos más adelante, nosotros utilizamos para esto los
"Comentarios del Observador").
Después de
haber desarrollado algunas hipótesis de trabajo, los observadores redondean sus
conocimientos pidiendo a los informantes alguna elaboración de temas que tocar on
previamente y siguiendo con otros informantes ciertos puntos mencionados por
algunos de ellos. En el estudio institucional, el observador conjeturó que las
carreras del personal de atención (lo s empleos anteriores) y sus redes
personales (miembros de la familia y amigos que trabajaban en la institución) desempeñaban
una función en formación de sus perspectivas sobre la tarea que realizaban,
después de haber hablado con varios empleados acerca de sus empleos anteriores
y sus parientes.
Durante los dos meses siguientes, se preocupó de preguntar a
otros empleados qué hacían antes de trabajar en la institución y si tenían
amigos y parientes en ella. Jack Douglas (1976, pág. 147) subraya la
importancia de someter a control las narraciones e historias de los
informantes: "El control consiste esencialmente en comparar lo que nos
dicen otros con lo que es susceptible de ser experimentado u observado más
directamente, y por lo tanto más confiablemente, o con relatos más dignos de
confianza".
Los relatos que le resultan sospechables al investigador al
principio de su estudio pueden ser controlados después de que ya tiene cierta idea
sobre a quién conviene o no conviene creer y en qué medida. La mayoría de los
observadores también emplean tácticas de interrogatorio más agresivas en cuanto
han desarrollado una percepción del escenario y los informantes. En especial
acia la terminación de un estudio,
plantean preguntas de "abogado del diablo" (Strauss y otros, 1964), enfrentando
a los informantes con la falsedad, poniendo a prueba temas "tabúes"
(Altheide, 1980) y pidiendo a los informantes que reaccionen a sus
interpretaciones y conclusiones (Strauss y otros, 1964).
El
observador que ha pasado cierto tiempo en un escenario puede utilizar el
conocimiento que ya ha obtenido para lograr más información. La idea es actuar
como si uno ya supiera acerca de algo para que las personas hablen sobre ello
en profundidad. Douglas (1976) llama a esto la táctica de la "aserción en
etapas". Hoffmann (1980, pág. 53) describe cómo utiliza la información
confidencial cuando la gente parece renuente a hablar con demasiada libertad:
Primero,
los interlocutores aprendieron que yo estaba “en la cosa”, que había atravesado
la apariencia exterior publica de la realidad social subyacente. Se desalentaba
la pretensión de aparentar, porque ellos sabían que yo podría diferenciarla de
la información de bambalinas y porque podía hacerlos aparecer como ocultando
algo. En segundo lugar, el empleo de detalles que sólo podía conocer una
persona “de dentro” posiblemente tranquilizaba a informantes renuentes.
Con
frecuencia yo tenía la impresión de que los interlocutores se sentían liberados
por el conocimiento de que ellos no eran las únicas personas que habían
hecho tales descubrimientos, de que la responsabilidad inicial caía sobre otro,
y de que habían tenido buenas razones para confiar en mí, antes de todo. Hoffmann
también toma nota de que dejando caer información confidencial el investigador desalienta
que los informantes repasen puntos ya familiares y los conduce a que den
respuestas significativas para los intereses de la observación.
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