Cualquier grupo,
en especial uno separado de la sociedad global, desarrolla su propio
vocabulario. Por ejemplo, Wallace (1968) proporciona un glosario de términos
empleados en el bajo fondo: frijolería, restaurante barato; muerto; vagabundo
retirado; badalo, el tipo inferior de vagabundo; sota, dinero; mercado
de esclavos, agencia de empleos de la esquina. Análogamente, Giallombardo
(1966) presenta el argot, el lenguaje especial, de una cárcel de mujeres: casa
de sabandijas, manicomio, institución para insanos o defectuosos mentales; carnicero,
médico de la cárcel; señalera, presa que intenta iniciar una
relación sexual con otra más joven.
El vocabulario empleado en un escenario per
lo general proporciona indicios Importantes sobre el modo en que
las personas definen situaciones y clasifican su mundo, de modo que sugiere líneas
de indagación e interrogación. En el programa de entrenamiento para el empleo,
los directores y los entrenados utilizaban términos especiales para referirse
unos a otros, términos que indicaban la desconfianza que existía en el
escenario. Algunos directores llamaban "entrenados profesionales" a
personas que habían participado en otros programas de entrenamiento.
Algunos entrenados,
por su parte, denominaban a los directores del programa "rufianes de la
pobreza", frase que sugería que vivían a costa de las necesidades de otras
personas. Un vocabulario puede poseer incorporados ciertos supuestos. En las
instituciones para los denominados "retardados mentales", por
ejemplo, a las actividades sociales se las llama "terapia" y
"programación"; "entrenamiento motivacional" y
"terapia recreacional" son nombres para las caminatas, la pintura y
actividades similares (Taylor y Bogdan, 1980).
Algunos observadores son
incapaces de deslizarse por entre la jerga y los vocabularios profesionales.
Aceptan sin crítica los supuestos que están detrás de las categorías de la
profesión.Términos como "esquizoide", "paranoide" y
"psicótico" poseen pocos significados concretos, y se basan más en
ideologías psiquiátricas que el "conocimiento científico" (Szasz,
1970). De modo análogo, el vocabulario que se usa en muchos escenarios
educacionales refleja tendencias de clase y raciales (Cicourel y Kitsuse,
1963).
A los niños de clase baja que no aprenden a leer o son destructivos
se los rotula como "retardados educables", "carenciados
culturales" y "emocionalmente perturbados" mientras que si niños
de clase media presentan las mismas conductas probablemente se considere que
padecen "incapacidad para el aprendizaje" o "disfunción cerebral
mínima". En algunos escenarios las personas utilizan vocabularios
especiales para trazar líneas de acción. Denominar a un individuo
"retardado profundo" o “discapacitado severo" puede servir para mantener
a esa persona internada en una institución. A un niño al que se llama
"perturbado emocional" se lo puede expulsar del colegio.
Es
preciso aprender a examinar los vocabularios en función de los supuestos y
propósitos de los usuarios, y no como una caracterización objetiva de las
personas u objetos de referencia. Esto se aplica también a las palabras bien
definidas. De una persona descripta como "no ambulatoria" podría
pensarse que es absolutamente incapaz de caminar. Pero en clínicas e
instituciones con poco personal el término podría designar a personas que
caminan si tienen un mínimo de ayuda. El sentido y el significado de los
símbolos verbales y no verbales de la gente sólo puede determinarse en el
contexto de lo que realmente hacen y después de un extenso periodo.
Existe
el peligro de asignar significados que no están en la mente de las personas. Polsky
(1969, págs; 123-124) previene contra la actitud de dar por sentado que el
vocabulario de una persona refleja sentimientos profundos: Por ejemplo, he
visto aducir seriamente que los adictos a la heroína deben de sentirse
inconscientemente culpables a propósito de su hábito porque denominan a la
droga con términos tales como “basura” y sinónimos.
En realidad, el empleo de tales términos por un adicto
a la heroína no indica nada acerca de su sentimiento de culpa o de la ausencia
de tal sentimiento, sino simplemente que se está sirviendo de nombres de la
droga tradicionales en su grupo.Aunque las palabras que
emplean las personas ayudan a comprender los significados que asignan a las
cosas, es ingenuo suponer que los laberintos de un escenario social pueden ser
revelados por el simple vocabulario.
El universo comunicacional, demanda por parte del investigador cualitativo el derroche de habilidades sociales que le permitan interpretar con claridad los diversos símbolos verbales y no verbales que componen la dialéctica con sus versionantes.
ResponderEliminarDe su relación empàtica con cada uno de ellos, de la visualización y escucha clara de la prosodia de su lenguaje y del desprendimiento de todo prejuicio, dependerá el éxito de sus hallazgos. Sin duda alguna cada cultura, cada gremio, cada especialidad, cada pueblo, cada hogar esta provisto de una diversidad de códigos lingüísticos interesantes de descubrir, conocer, interpretar; familiarizarse poco a poco con su estructura semántica y convertirse progresivamente en un instrumento heurìstico con destrezas pragmáticas que permitan analizar la información de sus versionantes, respetando el vinculo social entre el propio capital cultural y el de aquellos a quienes investiga cuidadosamente.