Ayudar a
la gente
Uno de los
mejores modos de comenzar a ganarse la confianza de la gente consiste en
hacerle favores. Johnson (1975) informa que durante su trabajo de campo sirvió
como, chofer, lector, acarreador de equipajes, baby-sitter, prestamista,
acomodador en una conferencia local, tomador de apuntes, telefonista en
momentos de mucha actividad, asesor en la compra de automóviles
usados,
guardaespaldas de una trabajadora, mensajero, además de haber prestado libros,
escrito cartas y otras cosas. Conocemos a un investigador que estudió una sala
con personal insuficiente para 40 niños,
en una institución para retardados mentales, que pasó una época terrible en sus
relaciones con aquel personal. Esas mujeres eran bruscas con él y trataban de
ignorarlo por completo. La situación se hacía cada vez más incómoda hasta que
el observador se ofreció un día a ayudar a los dos miembros del personal de
atención que le daban de comer a los niños. En cuanto comenzó a darle de comer
al primer niño, esas personas se abrieron y comenzaron a compartir sus preocupaciones y quejas. Por
primera vez lo invitaron a unirse a ellas en una pausa en el salón de descanso.
Ser
humilde
Es
importante que la gente sepa que el investigador es el tipo de persona con la
que pueden expresarse sin temor a revelar algo o a una evaluación negativa.
Muchos observadores, entre los cuales nos contamos nosotros, tratamos de
"parecer personas humildes que son tipos normales y no le harían a nadie
ninguna vileza" (Johnson, 1975, pág. 95).
Con
frecuencia, los observadores se convierten en las personas que mejor conocen y
entienden lo que piensa cada uno en el escenario de que se trate; Resérvese ese
conocimiento para usted mismo. Los investigadores deben ser cuidadosos en
cuanto a no. revelar ciertas cosas que los informantes han dicho, aunque no lo
hayan hecho en privado. Desplegar un conocimiento excesivo hace al observador
amenazante y potencialmente peligroso.
Los
informantes pueden también ser renuentes a expresar lo que sienten si el
observador actúa como demasiado enterado. Permita que la gente hable con
libertad. Descubrirá que muchas personas tienen creencias que son imprecisas
cuando no patentemente absurdas. No es necesario corregir esas creencias, con
lo cual sólo se consigue que la gente se inhiba en nuestra presencia.
Interesarse
Innecesario
es aclarar que hay que interesarse en lo que la gente tiene que decir. Sí, a
veces es fácil aburrirse en el campo, en especial si uno se encuentra en la
situación de que alguien monopolice la conversación con temas aparentemente
triviales o irrelevantes. Hay modos para canalizar una conversación y evitar
sutilmente a ciertas personas. A algunos de estos últimos nos referimos en este
capítulo y en nuestro examen de las entrevistas.
Participación
Cuando
el compromiso activo en las actividades de las personas es esencial para lograr
la aceptación, hay que participar por todos los medios, pero sabiendo dónde
trazar la línea divisoria. En
algunos escenarios se debe participar en actividades marginales. Van
Maanen (1982, pág. 114) que presenció muchos casos de brutalidad policial,
escribe: "Sólo las pruebas prácticas demostrarán que uno es digno de
confianza”. El personal de atención del estudio institucional con frecuencia
molestó a los individuos que estaban a su cargo y abusó cruelmente de ellos: recibieron baldazos de agua, fueron
golpeados, obligados a practicar fellatio, a tragar cigarrillos encendidos,
inducidos a golpear a otros internados y atados a las camas (el personal sabía
cómo hacer estas cosas sin dejar marcas). Aunque el
observador
fue sutilmente alentado a sumarse a esos abusos, nunca se ejerció sobre. él una
fuerte presión en tal sentido: No obstante; se lo observaba a su vez muy
estrechamente, por si daba alguna muestra de desaprobación. Por su parte, trató
de ignorar estos actos del mejor modo que pudo.2 Fine (1980) informa que fue
puesto a prueba por los niños en su estudio sobre la pequeña liga de
béisbol.
Por
ejemplo, iniciaron desórdenes ruidosos y se instalaban desapaciblemente en sus alojamientos, en presencia del observador,
para evaluarlo. En vista de las dificultades presentadas por la diferencia generacional, era
importante para él tomar distancia respecto de un rol adulto de supervisión,
para ganar la confianza de los pequeños. El observador participante camina
sobre una delgada línea que separa al participante activo ("participante
como observador") y el observador pasivo ("observador como
participante") (Gold, 1958; Junker, 1960). Hay claras oportunidades en las
que es preferible no ser aceptado como auténtico miembro del escenario o grupo.
Cuando el compromiso coloca al observador en una situación competitiva con
los informantes, lo mejor es retirarse. A veces es difícil dejar a un lado
al propio ego. Lo mismo que las otras personas, los observadores tienen. un
concepto de si mismos que defender y quieren que se piense de ellos que son
ingeniosos, brillantes y sexualmente atractivos. En un estudio sobre una
sala de
redacción, Rasmussen halló que aunque presentarse como el "tipo, joven y
lindo con el que se pueden hacer citas" permitía conquistar a periodistas
de sexo femenino, enajenaba a los de sexo masculino (Warren y Rasmussen, 1977). También se debe evitar actuar y hablar de
modos que no se adecuan a la propia personalidad.
Por ejemplo,
aunque es preciso vestirse como para no desentonar en el escenario (usar ropa
informal o formal si las personas hacen
una u otra cosa; si ellas visten de maneras diferentes, tratar de hallar un
estilo neutro), uno no debería ponerse nada que lo haga sentirse incómodo o no
natural. Análogamente, es sensato no emplear el vocabulario y la forma de
hablar de la gente hasta que uno los domine y surjan en su conversación
naturalmente. Whyte (1955, pág. 304) aprendió esta lección cuando, caminando
por la calle con un grupo de esquina, tratando de entrar en el espíritu de la conversación trivial, se desató en una
sarta de obscenidades. Whyte informa lo que ocurrió: "Doc meneó la cabeza
y dijo: 'Bill, no se supone que seas así. Eso no suena como algo tuyo' ".
El
"peloteo" era un pasatiempo común entre los entrenados en el programa
para desempleados. Por "peloteo" se entendía un intercambio verbal
competitivo cuyo objeto era hacer callar y derrotar a otra persona mediante el
hábil empleo de frases con doble sentido (Hannerz, 1969; Horton, 1967). El
observador fue objeto de las bromas de los entrenados y, después de unos días
de observación, fue alentando por ellos
a comprometerse en intercambios verbales sobre su potencia
como amante
y su capacidad como bebedor. Aunque él gradualmente comenzó a participar en tales
intercambios, pronto comprendió que le faltaba habilidad para desempeñarse
bien. Primero consideró su ineptitud
para "pelotear" como una barrera. Pero a medida que el estudio
progresaba descubrió que en realidad se trataba de una ventaja. Como no sabía
jugar bien, no se lo forzaba a intervenir en esos intercambios, que eran cada
vez más repetitivos, y podía concentrarse en la
recolección
de datos.
También
existen situaciones en las cuales uno desea apartarse de su estilo para señalar
las diferencias que lo distinguen de los informantes. Polsky (1969) examina las cuerdas
flojas por las que se desplazan los investigadores al tratar de no desentonar
con el escenario social sin fingir ser algo que no son. En un estudio sobre
consumidores de heroína, Polsky insiste en usar camisas de mangas cortas y un
reloj costoso; ambas cosas permitían saber a cualquier recién llegado que él
no era
adicto.
Debe
evitarse cualquier participación que obstaculice la capacidad del investigador
para recoger datos. En
su prisa por ser aceptados por los informantes, algunos observadores quedan absorbidos
en la participación activa. Conocemos a un observador que, en su primer día en
una escuela, alcanzó a oír que los maestros expresaban el deseo de tener un
taller de entrenamiento sensorial. Puesto que él había conducido cierto número
de tales talleres previamente, de inmediato se ofreció para ayudarlos. Terminó
abandonando la investigación. Los investigadores de campo tienen también que
cuidarse de no ser explotados por los informantes. Existe una diferencia entre
establecer rapport y ser tratado como un títere. Polsky
sostiene
que los investigadores deben saber poner límites a los informantes. Polsky
(1969, pág. 128) ofrece el ejemplo siguiente: “He tenido noticias de un
asistente social que trabajaba con pandillas violentas, tan inseguro tan
incapaz de 'trazar el límite' por miedo a ser dominado por la fuerza, que llegó
a retener y ocultar armas que habían sido utilizadas en asesinatos”.
Ningún
examen sobre el rapport sería completo sin la mención del rapport
excesivo (Miller, 1952).
Aunque existen
ejemplos de investigadores de campo que se convirtieron en "nativos",
abandonando su rol y uniéndose a los grupos que estaban estudiando, el problema
más común es la identificación excesiva
con los informantes. Como lo señala Miller, es fácil ser afectado por amistades
del campo al punto de renunciar a líneas embarazosas de indagación o, lo que es
peor, de, abandonar la perspectiva crítica que el trabajo de campo requiere. El
problema del rapport excesivo subraya la importancia de establecer
relaciones cooperativas tales como las de la investigación de campo en equipo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario